jueves, 2 de octubre de 2014

En defensa del comercio de barrio

Queridos feriantes, reconozco que siempre he sido más bien un tipo cómodo. Por ello, mi compra semanal, mensual o esporádica se reducía a una larga visita a una gran superficie y echar al carro todo cuanto necesitaba o me llamaba la atención.
Esta práctica, por suerte, está cambiando últimamente en mi vida. Desde que estoy conviviendo con mi chica, nos lanzamos cada semana al descubrimiento de esos pequeños negocios que llevan toda la vida subisistiendo en sus respectivos barrios o pueblos. Eso los que lo han conseguido, pues muchos han tenido que cerrar sus puertas por culpa de esta maldita crisis provocada por ricos y poderosos. Tanta paz lleven como la que dejan.
El caso es que ayer, paseando por el barrio de Vistalegre en Murcia, coincidimos una vez más en el Soriano, que tiene unos embutidos que son la leche. La cecina, el cabrales, el salchichón de pavo... todo una pasada.
Además, tuvimos la suerte de darnos casi de bruces con la carnicería Tomás, también en dicho barrio. Otra gozada. Si bien es cierto que no tiene gran variedad, es el típico comercio donde las señoras son llamadas por su nombre, tienen crédito y te tratan casi como si estuvieses en casa. Para colmo, nos ofrecieron unas hamburguesas barbacoa que deben ser, hoy por hoy, de lo mejor que he probado en esta tierra en lo respectivo a este producto.

Así pues, queridos feriantes, reivindico desde aquí los maravillosos comercios de pueblo, su defensa y su redescubrimiento. He dicho. Pasaos mañana, a ver qué pasa.

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