domingo, 31 de marzo de 2013

La meada

El hecho de ser feriante, queridos lectores, hace que no sólo te ocurran cosas curiosas a tí. Situaciones insólitas, compañías peculiares o noches intensas se mezclan con visiones de lo más espeluznante.
Acaba de pasar la Semana Santa, y como buen feriante, la calle ha sido mi primer hogar. Mi lugar de peregrinación, pasión y rezos. Pero para rezos, lo que vi, y vimos el pasado Viernes Santo.
Os pongo en situación. Una calle. La puerta de un bar. Y en un extremo la entrada de una tienda de fotografía. Cerrada, eso sí, pero todo iluminado.Ahí estoy yo con mi copa de cháchara con los colegas, en lo que miro hacia la luz... y luz es lo que ví, jajajaja.
Ahi se coloca un tipo con serios problemas de movilidad y motricidad, se saca su instrumento reproductor delante de toda la fachada iluminada y se pega como un minuto de meada feliz. Inmenso espectáculo. Y no contento con eso, tras un buen rato dejando el lago Ness en versión pipí, cuando se quiso acomodar un poco, vimos al susodicho elemento a punto de volcar. Como árbol que mueven vientos de 100 kilómetros por hora, estuvo a punto de besar su propia creación miccionadora. Por suerte, la pared se interpuso entre su inutilidad y el frío y mojado suelo.
Tras el maravilloso espectáculo ofrecido, el personaje, no si grandes esfuerzos, se subió su bragueta y se marchó orgulloso de su obra y del trabajo bien hecho.
¡Qué grande puede llegar a ser feriante!