domingo, 24 de febrero de 2013

Carnaval de vanidades

Queridos feriantes, hablemos del carnaval.
Personalmente, nunca he terminado de saber que disfrute ve la gente en pasarse una semana convertido en un ser humano transformista y desfigurado. ¿No salimos a diario disfrazados a la calle? Si no fuese así, estaríamos todo el día como nuestra santa madre nos trajo al mundo.
Pero no nos andemos por las ramas. El caso es que a mucha gente le encanta ser por un día o una noche alguien o algo distinto. Así pues, se puede disfrutar mucho un día de carnaval observando pintas de todo tipo. Adonis de pacotilla, bellezas olímpicas, ridículos estruendosos o auténticos creadores y líderes de opinión.
Por mi parte, como feriante que soy, y como humano amante del buen vivir y la buena fiesta, me adapto a las jornadas carnavalescas en su vertiente de ridículo estruendoso. Ya que voy a disfrazarme más aún de lo que suelo hacer a diario, ¡maldita sea, hagámoslo bien, a lo grande, divirtiendo y no dejando a nadie indiferente!
Aún así, queda pendiente mi duda. ¿Qué hay en la mente humana que nos hace tan proclives al transformismo? ¿Qué encontramos de divertido en ser quien no somos? Es obvio que algo hay, pues el carnaval goza de gran seguimiento y prestigio feriante.
Personalmente no estoy seguro de la respuesta, pero es de las pocas veces que me dejo llevar por la turba. Me disfrazo, hago un ridículo espantoso, y me lo paso de puta madre.

lunes, 11 de febrero de 2013

¿Cómo actuar?

Hace un tiempo, no demasiado, mis huesos caminaban por la noche madrileña. Debo decir que dichos huesos acabaron un pelín perjudicados.
En fin. Vayamos al grano. De repente, tristemente abandonado por mis compañeros de viaje por diferentes motivos, pero bien acompañado aún, me encontré mirando fijamente a una chica bastante mona. Yo, por supuesto, percibía una realidad algo distorsionada debido a la ingesta de una bebida dorada coronada por espuma. En mi mente todo era alegría y jolgorio...y bastante abstracción....hasta que una muchacha, armada con una educación y tacto opinable, se dirigió a mi para pedirme que dejase de mirar a su amiga.
El caso es que mi reacción fue lenta. Se me pasaron muchas opciones por la cabeza, pero ni mi estado de ánimo ni mi lucidez estaban por la labor ni de entrar en batalla ni de alargar aquello. Le dije que su amiga era muy atractiva, pero que obviamente no tenía ningún problema en dejar de mirarla. Le pregunté a la chica en cuestión, que tras un lapsus de duda, me dijo que prefería no ser observada. Ahí acabó la historia.
Ahora bien, queridos aspirantes a feriantes. Yo me pregunto... ¿por qué siempre es la amiga la que te pide estas cosas? ¿es envidia? ¿es timidez de la modelo observada? ¿es una actitud ya precocinada?  ¿es una estrategia estudiada? ¿debí haber dado más guerra? ¿debí haber sido más borde? ¿más comprensivo? ¿menos descarado?
Esto es algo que puede pasar cuando te excedes con el líquido y dulce néctar de las bebidas divertidas. Y por eso me gusta tanto ser feriante. La vida no sería igual si estas pequeños momentos...