viernes, 21 de marzo de 2014

¡Bares, qué lugares!

Cuando vuelves a un bar después de mucho tiempo, y ves que todo ha cambiado, una pequeña parte de tí se va con él. ¿Qué quiero decir con esto, queridos feriantes? Pues es fácil, que recientemente visité un local al que tenía especial cariño, pero lo ví muy cambiado. Y me dio pena y melancolía.
En resumen, un bar de mi ciudad, Murcia, que tenía un ambiente muy canalla, rozando casi lo macarra, se ha convertido en un local pulcro y elegante. Lo que venía siendo un local lleno de freaks, locos y borrachuzos, con un encanto muy particular y unos baños, higiene y personalidad decadente, ahora es agradable y cómodo. La música es distinta, y pese a que la disposición es similar, todo está tan limpio que el mismísimo Papa podría defecar en sus servicios tan a gusto como en el Vaticano.
¿Dónde está la parte negativa? Es una buena pregunta. No la tiene. Pero, para mí, como feriante de corazón que soy, y ferviente admirador de todo lo canallesco y divertido que hay en el mundo mientras no moleste a nadie en exceso, siempre será una pérdida.
Solo me queda una cosa por añadir, queridos feriantes: Hasta siermpe, querido y cálido bar. Te echaré de menos.

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