lunes, 27 de enero de 2014

Resacas

Queridos feriantes, hoy os voy a hablar de los clásicos. Esos que a modo de ley de Murphy parecen que se cumplen siempre cuando menos lo deseas. A mí me acaba de suceder. Y lo sorprendente es que no escarmiento. No es la primera vez, y temo que no sea la última.
El caso es que tanto mi chica como yo somos fans de los sábados. Nos gusta aprovechar el buen tiempo y el solecito para tapear en una terraza y tomar alguna cerveza después. Somos murcianos, con lo cual vivimos en un lugar que se presta a ello.
El pasado fin de semana, como cualquier otro en el que hay un mínimo rayo en el cielo que captar, cumplimos con nuestros gustos y salimos a tomar algo. Por cierto, descubrimos un lugar llamado Lecturas en el que puedes comer media docena de gambones por cinco euros y medio pollo a la brasa por 4,75. Eso regado por un caldero de quintos. Un lujo, vamos. Pero vamos al tema, que me desvío con facilidad. Lo clásico del mismo fue que a continuación, durante la tarde, tomamos unas cuantas cervezas más. Visitamos otras terrazas y bares, coincidimos con amigos, cenamos en un clásico, el Corrental, que vaya tomates, hamburguesas y perritos tiene, y a qué precio. Hasta ahí, todo correcto. Luego unas cerves más en un bar aquí, otro allá. El caso es que estiramos el día hasta las cuatro de la madrugada. Y no estábamos en nuestro momento más lúcido, por así decirlo.
Aquí viene el "inri" de la cuestión, queridos feriantes. ¡No habrá sábados en el calendario! ¡Teníamos que hacerlo precisamente este pasado! Lo pasamos genial. Fue una noche excelente... que precedió a un domingo terrible. ¿Por qué digo esto? Por que al día siguiente teniamos comida en casa de mis suegros. ¡Y vaya resacón! No podíamos con nuestros cuerpos. Al menos mi chica es su hija, pero yo... Menudo pedazo de yerno que estoy hecho. La tercera o cuerta vez que visito la casa de mi suegra y voy con un pelotazo de padre y muy señor mio. Todos ahí con su vino y cervecita, y yo con mi copa llena de agua. Y gracias. En fin, menos mal que tanto mi novia como mis cuñados ya habían hallanado el terreno con esto de los domingos de resaca y nadie se extrañó del deplorable estado de mis huesos y mi mente. De hecho, la comida fue hasta divertida. Pero yo por dentro estaba hecho una mugre.
Imagino, queridos feriantes, que estoy nos ha pasado a todos. Yo soy reincidente. Muy reincidente. Y por el camino que voy, tiene pinta de que es algo que irá conmigo por el resto de mis días. Pero eso no mejora los domingos.
Besos. Y cuidaos mucho.

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