Ahora, si me lo
permites, explico por qué.
A mí me gusta viajar. Pero más que ir a los sitios como un turista del
montón, apelotonado y ávido de coleccionar imágenes, me apetece ser parte del
sistema, del movimiento, de la gente que habita una población y que, por lo
demás, vive y convive en la zona. Así que, además de ver los monumentos más
famosos, me apetece visitar esos espacios que visitan los habitantes que día a
día recorren sus calles sin hacer mucho caso a la belleza que los rodea porque
para ellos es lo de siempre, pero no para mí.
La verdad es que,
si te limitas a visitar los monumentos turísticos de un lugar, francamente, no
vas a conocer el espacio en realidad. Sí que disfrutarás de la belleza de la
historia y el arte, pero, ¿qué hay de la hermosura de sus gentes y sus
costumbres?
En efecto,
conocer un sitio de verdad no es ver sus monumentos, tampoco estudiar su
historia. Todo ello es lo que ha llevado a una ciudad, a un pueblo o a una
sociedad a ser lo que es hoy en día, y sólo con el marco completo puedes
entender un lugar. ¿Cómo? Yendo donde no van los coleccionistas espectáculos,
pero sí los coleccionistas de
experiencias.
Así es como vas a
encontrar esos rincones maravillosos que no suelen conocer los turistas que
visitan las ciudades y los pueblos, pero que podrían pasar a formar parte de tu
memoria gracias a una experiencia única
al alcance solamente de los que saben que existe.
Personalmente te
recomiendo de manera encarecida esta forma de viajar si quieres asistir a eso
que podemos llamar el espíritu íntimo de
un pueblo. Es decir, conocer su alma que, al fin y al cabo, se encuentra en
sus gentes, y no tanto en sus espacios físicos que no dejan de ser inertes.
Yo he podido descubrir el corazón de muchos lugares que, de otra forma, como un simple turista o visitante, no habría conocido. Uno de mis favoritos es Pisa. La diferencia entre el campo de los Milagros y el resto de la ciudad es abismal. Y no quiero decir que no merezca la pena ver la Torre de Pisa y su conjunto, que no es eso. Pero el nivel de turistas es tan elevado que deja de ser agradable pasear por ahí, hecho que contrasta con el resto de la ciudad, que es una verdadera delicia por patear junto al río Arno con su belleza, sus monumentos, sus gentes y sus locales con encanto. ¿Te apuntas?
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