jueves, 26 de noviembre de 2020

Donde fueres, haz lo que vieres

Donde fueres, haz lo que vieres
Me voy a permitir ofrecer un pequeño consejo para viajeros, caminantes y amantes de la geografía mundial, tanto física, como humana, en general. Donde fueres, haz lo que vieres. Así de sencillo y así de simple.

Ahora, si me lo permites, explico por qué.

A mí me gusta viajar. Pero más que ir a los sitios como un turista del montón, apelotonado y ávido de coleccionar imágenes, me apetece ser parte del sistema, del movimiento, de la gente que habita una población y que, por lo demás, vive y convive en la zona. Así que, además de ver los monumentos más famosos, me apetece visitar esos espacios que visitan los habitantes que día a día recorren sus calles sin hacer mucho caso a la belleza que los rodea porque para ellos es lo de siempre, pero no para mí.

La verdad es que, si te limitas a visitar los monumentos turísticos de un lugar, francamente, no vas a conocer el espacio en realidad. Sí que disfrutarás de la belleza de la historia y el arte, pero, ¿qué hay de la hermosura de sus gentes y sus costumbres?

En efecto, conocer un sitio de verdad no es ver sus monumentos, tampoco estudiar su historia. Todo ello es lo que ha llevado a una ciudad, a un pueblo o a una sociedad a ser lo que es hoy en día, y sólo con el marco completo puedes entender un lugar. ¿Cómo? Yendo donde no van los coleccionistas espectáculos, pero sí los coleccionistas de experiencias.

Así es como vas a encontrar esos rincones maravillosos que no suelen conocer los turistas que visitan las ciudades y los pueblos, pero que podrían pasar a formar parte de tu memoria gracias a una experiencia única al alcance solamente de los que saben que existe.

Personalmente te recomiendo de manera encarecida esta forma de viajar si quieres asistir a eso que podemos llamar el espíritu íntimo de un pueblo. Es decir, conocer su alma que, al fin y al cabo, se encuentra en sus gentes, y no tanto en sus espacios físicos que no dejan de ser inertes.

Yo he podido descubrir el corazón de muchos lugares que, de otra forma, como un simple turista o visitante, no habría conocido. Uno de mis favoritos es Pisa. La diferencia entre el campo de los Milagros y el resto de la ciudad es abismal. Y no quiero decir que no merezca la pena ver la Torre de Pisa y su conjunto, que no es eso. Pero el nivel de turistas es tan elevado que deja de ser agradable pasear por ahí, hecho que contrasta con el resto de la ciudad, que es una verdadera delicia por patear junto al río Arno con su belleza, sus monumentos, sus gentes y sus locales con encanto. ¿Te apuntas?

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