domingo, 24 de febrero de 2013

Carnaval de vanidades

Queridos feriantes, hablemos del carnaval.
Personalmente, nunca he terminado de saber que disfrute ve la gente en pasarse una semana convertido en un ser humano transformista y desfigurado. ¿No salimos a diario disfrazados a la calle? Si no fuese así, estaríamos todo el día como nuestra santa madre nos trajo al mundo.
Pero no nos andemos por las ramas. El caso es que a mucha gente le encanta ser por un día o una noche alguien o algo distinto. Así pues, se puede disfrutar mucho un día de carnaval observando pintas de todo tipo. Adonis de pacotilla, bellezas olímpicas, ridículos estruendosos o auténticos creadores y líderes de opinión.
Por mi parte, como feriante que soy, y como humano amante del buen vivir y la buena fiesta, me adapto a las jornadas carnavalescas en su vertiente de ridículo estruendoso. Ya que voy a disfrazarme más aún de lo que suelo hacer a diario, ¡maldita sea, hagámoslo bien, a lo grande, divirtiendo y no dejando a nadie indiferente!
Aún así, queda pendiente mi duda. ¿Qué hay en la mente humana que nos hace tan proclives al transformismo? ¿Qué encontramos de divertido en ser quien no somos? Es obvio que algo hay, pues el carnaval goza de gran seguimiento y prestigio feriante.
Personalmente no estoy seguro de la respuesta, pero es de las pocas veces que me dejo llevar por la turba. Me disfrazo, hago un ridículo espantoso, y me lo paso de puta madre.

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